7.1.17

Ahora que no me lees.

Ahora que no me lees, quiero decirte algo. Algo que me duele en el pecho, y me estrangula, desde dentro, cada vez que te pienso. Ahora que no me lees, es hora de hacer confesiones. Ahora que no me lees, que no me ves.

Ahora que no estás.

Ahora que tus labios no me nombran, quiero mostrar al mundo lo que llevo dentro, gritar(te) lo que siento. Ahora que tus manos no me buscan, me siento extraña en mi propia piel; no me reconozco, no me entiendo. Ahora que tus brazos ya no me rodean, que ya no me sostienen, es ahora que no paro de caerme, y me sorprendo en una perpetua caída que nunca cesa. Ahora que ya no me sonríes, que ya no me puedo esconder en tu sonrisa, me siento completamente perdida. Desprotegida. Ahora que ya no soy parte de tu felicidad, quiero decirte que no me encuentro, por si sabías cómo seguir mi rastro, por si tenías algún indicio de dónde me hallo. Ahora que no me veo en tus ojos, detesto mi reflejo.

Ahora, que ya no. Que ya no hay nada, y que sólo quedan recuerdos amontonados en el fondo de una caja con tu nombre. Recuerdos que gritan, si escondo la caja. Recuerdos que sangran, si los olvido por un día. Recuerdos que no callan, y me hacen extrañarte. Recuerdos, que también te necesitan. Que temen morir de inanición, hambrientos de todos tus besos, tus caricias y tus "te quiero". Y cómo voy a culparles, si yo los cuido. Si son lo único que queda de cuando no éramos y Yo, sino Nosotros. Y cómo no voy a cuidarlos, si me recuerdan que fue real, aunque jamás lo pareciera; si me recuerdan que pude tenerte en un tiempo que fue perfecto.

Ahora que ya no me lees, quiero decirte algo. Ahora que tus labios ya no ansían los míos, se me ha olvidado cómo pronunciar un "te quiero". Ahora que tus manos no me tocan, mi piel se ha vuelto áspera al tacto y sólo se eriza cuando me envuelvo en la manta que tejí con todos los recuerdos de aquella caja. Ahora que tus brazos ya no me contienen, me desborda cada gota de rocío como si dentro llevara una tormenta. Ahora que ya no tengo el hogar en tu sonrisa, deambulo entre caminos, sin saber cuál de todos ellos tomar en los cruces. Sin saber por cuál de todos ellos te habrás ido. Ahora que estoy tan lejos de ti, confieso que me he perdido, y que tengo mucho miedo. Ahora que no me bañan tus ojos, se desvanecen las reminiscencias de la felicidad. La felicidad, que eras tú. Tú, tus labios, tus besos, tus manos, tu piel, tus ojos y tus abrazos. Tú, y el tiempo que compartías conmigo.

Ahora, que no me lees, no dejo de escribirte.
Ahora, que ya no tengo tu tiempo, sólo te pienso.
Ahora, que no me ves, estoy desnuda.
Ahora que ya no estás, quiero decirte que temo quererte para siempre.

Soaking, de Ron Hicks (1965-...).

3 comentarios:

  1. Qué joya, Yaiza. Y qué gusto poder leerte. Me veo en algunas cosas, y aunque duela leer(te) en estos términos, ojalá cure.

    Un abrazo gigante.

    ResponderEliminar
  2. Qué bonito, qué dulce y qué pequeñas mis palabras para decirte lo preciosas que son las tuyas.

    ResponderEliminar
  3. Siempre tardo, siempre tarde, pero sabes que aquí estoy. Siempre.
    Y qué decirte que no sepas ya.

    Cuando escribes latiendo todo lo que te carcome por dentro nos manchas a nosotros de todas las tonalidades azules que tiñen tus letras, y nunca me cansaré de decírtelo. Quédate, no sta entrada, no estas palabras, pero quédate escribiendo.

    Te,
    S.

    ResponderEliminar